La mayoría de infecciones empiezan cuando las bacterias entran en el conducto por el que la orina sale del cuerpo, la uretra. Posteriormente, los gérmenes se multiplican y se diseminan a uno o a ambos riñones. Los factores de riesgo para una infección renal incluyen nacer mujer, tener un sistema inmunitario debilitado o que se obstruyan las vías urinarias debido a un problema como, por ejemplo, un cálculo renal.
Una infección renal puede provocar fiebre, escalofríos, malestar estomacal y vómitos. También puede derivar en dolor en la espalda, el costado, la ingle y el abdomen. Al orinar, puede producirse un dolor o sensación de ardor. Es posible que la persona necesite orinar con frecuencia y las ganas de orinar pueden ser fuertes y prolongadas. La orina puede contener pus o sangre y oler mal o tener un aspecto turbio.
El tratamiento suele incluir medicamentos que detienen la proliferación de bacterias, lo que se denomina antibióticos. Toma todo el medicamento que te han recetado. Los antibióticos pueden administrarse en el hospital si la enfermedad es muy grave. Algunas personas pueden requerir cirugía para corregir un problema en la forma de las vías urinarias, que puede hacer que reaparezcan las infecciones renales.
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